
Khao Sok
Fecha del viaje: Julio de 2024
Este es el relato de los dos días que pasamos en el exhuberante parque nacional de Khao Sok, en nuestro viaje por Tailandia, Camboya y Malasia. Los días anteriores habíamos estado disfrutando de las paradisiacas playas de la isla de Koh Tao, y su maravilloso snorkel. Fueron días de relax y descanso. Podéis leer aquí el relato sobre nuestra estancia en la isla de Koh Tao.
Recomendaciones importantes
- Nuestro verano es la época de lluvias en Khao Sok, conviene ir preparado con chubasquero. A nosotros en los dos días sólo nos cayó un chaparrón y duró 10 o 15 minutos.
- La logística es muy sencilla, el alojamiento donde estéis os puede organizar cualquier excursión que queráis hacer por el parque.
- Es interesante coger un alojamiento con piscina, por que después de las excursiones apetece bastante relajarse un poco en una buena piscina con una buena cerveza o un zumo natural.
- En muchas guias ponen el lago Cheow como lo mejor de Khao Sok. Es bonito, pero no me pareció que fuese para tanto. Disfruté más en la zona de jungla donde hicimos las actividades.
Día 11
Nuestra plácida estancia en Koh Tao se acababa... El ferry de vuelta a Chumphon salía a las 10:15. Ibamos a echar de menos esta isla, sus playas, y a las tortugas marinas que nos habían permitido nadar a su lado. Pero bueno, ya habría más playa en días posteriores, esta vez en Railay. Ahora nos esperaban un par de días de pura naturaleza.
Nos levantamos con tiempo para poder desayunar tranquilamente con vistas al mar. Luego, a esperar en recepción con el equipaje a que nos llevasen al puerto (ese traslado está incluido en el precio pagado por el alojamiento). Como ya dije en el artículo sobre Koh Tao, el hotel nos gustó mucho. El bungalow estaba bastante bien, y la situación, en primera linea de playa, era muy buena. Echaré de menos esos atardeceres tomando una cerveza en la playa y bañándome con Inés hasta casi la noche.
Abajo, una foto de despedida en la piscina del hotel, y fotos ya en el ferry, saliendo de Koh Tao. La llegada a Chumphon estaba prevista a las 11:45, una hora y media de viaje con un tiempo excelente. En la última foto se puede ver el ferry ya atracado en el puerto del que salimos tres días antes.
Una vez en Chumphon, el desembarco fue rápido y eficiente. Con nuestras maletas, fuimos al aparcamiento, y allí estaba nuestro coche esperándonos. Da gusto lo bien que funcionan las cosas en Tailandia. Por dejar el coche en este aparcamiento vigilado durante tres días completos, pagamos solo 280 baht (unos 8 euros). Ahora teníamos una ruta de 275 km (algo menos de 4 horas) hasta nuestro hotel en el parque nacional.
Nuestra idea era parar a comer cuando llevásemos la mitad del camino más o menos, pero Inés se quedó totalmente dormida, y tampoco vimos un sitio claro que nos gustase para parar, así que al final lo hicimos del tirón (llevábamos snacks variados en el coche). Ya unos cuantos km antes de llegar, el paisaje empieza a mostrarse increíblemente verde y exhuberante. Nuestro hotel está junto al parque nacional, en la carretera de acceso, y es un auténtico vergel.
Abajo, la entrada a nuestro hotel desde la carretera, y la entrada a la recepción.
El hotel tiene unos jardines espectaculares, con una diversidad enorme de todo tipo de plantas tropicales. Por los caminos que han abierto en esa jungla amigable, se llega a los diferentes bungalows. Abajo, la entrada al nuestro, y un detalle de su interior, con la cama enorme.
Como os podéis imaginar, teníamos hambre. Una vez instalados, hicimos una merienda-cena por todo lo alto en el restaurante del hotel, que por cierto nos encantó, tanto el sitio en sí, como la atención y la calidad de la comida. El banquete nos salió en total por 1655 baht (unos 45 euros) que puede parecer caro para ser Tailandia, pero es que comimos mucho, además de repetir varias veces los fabulosos zumos naturales que preparan allí. Y después, a pasar el resto de la tarde en la piscina relajadamente. El día siguiente iba a ser intenso...
La verdad, viéndolo a posteriori, quedamos muy contentos con el alojamiento que elegimos. No es un alojamiento barato para los precios que hay en Tailandia, los hay en la zona bastante más baratos, pero hay que tener en cuenta que este sitio es de lujo, con unos jardines, piscina, bungalows e instalaciones en general que están muy bien. Si volviésemos a esta zona, volveríamos a alojarnos aquí sin duda.
El precio que pagamos fue de 6200 baht por 2 noches con desayuno (unos 170 euros) para los tres (dos adultos y una niña de 8 años). Otra cosa buena, es que ellos te pueden organizar, si quieres, todas las excursiones que quieras hacer en el parque nacional.
Nosotros ya lo hablamos con ellos por correo antes de empezar el viaje, y para el día completo que íbamos a estar allí contratamos una excursión de senderismo por la jungla por la mañana, y por la tarde descenso en piragua por el rio Sok.
Para el día siguiente, que era el día de salida, contratamos una excursión de paseo a lomos de elefante y después la típica de bañar y alimentar al elefante. Al hacer el checking pagamos en total 4900 baht (unos 134 euros) por todas esas excursiones para los tres.
Si estáis pensando ir a Khao Sok, podéis consultar la web del hotel aquí. La tienen en diferentes idiomas, incluyendo el español, y resulta muy útil por que viene información detallada de todas las cosas que se pueden hacer en el parque nacional, independientemente de que lo contrates con ellos o no.
Día 12
Nos levantamos con muchas ganas de empezar nuestro día de aventuras en la jungla. Desayunamos fabulosamente bien en el hotel, y al rato ya venían a recogernos en una ranchera para llevarnos al parque nacional, que estaba a 10 minutos de distancia. Nuestro guia era un chaval joven, muy simpático. El parque parece bien gestionado, las diferentes instalaciones son cabañas de madera que no desentonan nada con el paisaje selvático del lugar. Pagamos la tasa de entrada al parque nacional (750 baht, 300 por adulto y 150 por Inés), y empezamos nuestro paseo por los senderos de Khao Sok junto a nuestro guia.
Como se puede ver en el cartel de bienvenida, en la foto de arriba, uno de los iconos del parque es la Rafflesia, la flor más grande del mundo, que florece en este parque, pero solo entre enero y marzo, en la estación seca. Esta gigantesca flor puede medir hasta 1 metro de diámatro y pesar hasta 11 kg.
El animal más espectacular que resulta más o menos sencillo ver en este parque es el mono langur de anteojos. Nosotros tuvimos la suerte de ver unos cuantos. Como se puede ver por el cartel de aviso en una de las fotos de abajo, también hay elefantes en libertad en este parque, aunque resultan mucho más difíciles de ver, al parecer.
También es posible ver una gran diversidad de animales más pequeños... como reptiles, escorpiones o tarántulas.
Y aquí va un pequeño reportaje de los monos de anteojos que conseguimos ver. Todo un espectáculo.
Durante el paseo por el parque, nos metemos en la espesura por un estrecho sendero, buscando la ribera del rio Sok. La verdad es que ver aquí, en el rio, a un par de elefantes bañándose o bebiendo tranquilamente, hubiera sido la leche. El paisaje es muy bonito en todo momento, y no se ve mucha gente. Tanto Inés como nosotros lo disfrutamos mucho.
Y de esta manera, llegamos al punto más alejado de la ruta, donde hay una especie de kiosko/tienda con una terraza muy chula sobre el rio. Hicimos una parada para tomar algo, y emprendimos la vuelta, que fue un poco más corta ya que esta vez no nos metimos por estrechos senderos junto al rio, como a la ida.
Desde este kiosko salen rutas que se internan más en la jungla, para ello hay que contratar una excursión de senderismo de día completo.
La ruta por la selva duró en total unas tres horas, desde las 9:00 hasta las 12:00. Una vez en el centro de visitantes, nos llevaron de vuelta hasta el hotel, donde lo primero fue ir a comer al restaurante. Luego, un poco de siesta y un baño en la piscina, hasta las 15:00 que de nuevo venían a buscarnos para el descenso en piragua.
Abajo, las dos primeras fotos son en el hotel, una en los jardines y la otra montando en la ranchera para ir al punto donde empezaba el descenso del rio, muy cerca de donde habíamos ido por la mañana. Las otras dos fotos, disfrutando del paisaje durante el corto viaje.
Y una vez en destino, nos llevaron hasta la orilla del rio, donde tenían varias canoas, y nos montamos en una de ellas. También había otra actividad que es el descenso del rio en una especie de flotadores gigantes, como si fuesen la cámara de un neumático. La verdad es que prefiero lo de la canoa. Lo malo es que no puedes ir tu mismo remando, como otras veces que hemos alquilado canoas. Tiene que ir un guia contigo que es el que dirige la canoa todo el tiempo, y eso le resta un poco de diversión.
A mitad del descenso, aproximadamente, nuestro guia hizo una parada en un recodo del rio donde habían instalado una cuerda para tirarse al agua. Más barcas habían parado allí. Nos dejó un rato para que probásemos, y la verdad es que fue muy divertido. Inés lo hacía increiblemente bien, cómo se agarraba a la cuerda, la tia.
Podéis ver lo divertida que fue esta parada en este video.
Después de este momento tan divertido, continuamos el descenso, disfrutando del relax del viaje, con toda esa vegetación en ambas riveras y escuchando solo el discurrir del agua y los sonidos de los animales que se ocultaban en la espesura. De vez en cuando, incluso veíamos algún mono pasando de una rama a otra.
Y llegamos al final... Allí ya nos estaban esperando para montar la barca y a nosotros mismos en una ranchera, y llevarnos de vuelta al hotel. De camino, hicieron una parada para dejar la barca.
Una vez en el hotel, directos a la piscina a darnos un buen baño. No hay mejor manera de acabar el día. Esto sí que son vacaciones, la verdad es que habíamos aprovechado muy bien el día, con dos actividades muy chulas, y tiempo entre ellas y luego por la tarde para disfrutar de la magnífica piscina y descansar.
Acabamos el día con una ducha en el bungalow, y otra magnífica cena en el restaurante del hotel. La comida fueron 1100 baht (30 euros), y por la cena pagamos 885 baht (24 euros). Y a dormir, que al día siguiente aún teníamos actividades muy chulas que hacer en el parque antes de abandonarlo definitivamente.
Día 13
Nuestro último día en Khao Sok. Parece mentira que ese día nos levantásemos en mitad de la jungla del parque nacional, y esa noche fuésemos a dormir en las playas paradisíacas de Railay. Abajo, un par de fotos de los espectaculares jardines del hotel, que como he dicho alguna otra vez, tienen una variedad de plantas tropicales infinita.
Después de nuestro último espectacular desayuno en este hotel, nos vinieron a recoger a las 9:00 para llevarnos al campamento de elefantes. Estaba un poco más lejos que la entrada al parque nacional, de hecho había que pasar por una especie de puerto de montaña, donde hicimos una parada para ver las vistas, y una cascada muy chula donde también hicimos otra parada.
Y por fin llegamos al campamento, donde lo primero fue el paseo en elefante por los caminos de la zona, y después el baño en el rio. En total, la actividad dura como una hora y media o dos horas. En las fotos de abajo, a lomos del elefante, que iba tan tranquilo, parándose de vez en cuando a mordisquear alguna rama de palmera.
Una vez acabado el paseo, bajamos del elefante y fuimos junto a él y el guia al sitio en el rio que tienen represado para bañarles. El elefante ya se lo sabe, porque va directo hacia allí.
Y llegó el momento del baño, en el que nos metemos en el rio con el elefante y, armados con un cubo y un cepillo, le damos un buen baño. El elefante parece encantado, y desde luego está muy tranquilo. Posiblemente pensará que raros son estos humanos, que les encanta bañarnos y cepillarnos durante todo el día. De vez en cuando coge agua con la trompa y nos da una ducha, Inés lo flipaba. Esto lo recordará siempre.
Abajo, una selección de fotos de este rato inolvidable. La gente del lugar se ofreció a hacernos fotos con nuestra cámara, la verdad es que eran super amables, como todo el mundo en Tailandia.
Y por último, para terminar la experiencia con elefantes, era darle de comer... Este bicho no tenía fin, se comía al momento todo lo que le dábamos.
Una vez acabada la experiencia, tienes duchas y baños donde poder darte una ducha y cambiarte de ropa. Por último, te invitan a tomar algo en una especie de terraza, y te ofrecen una foto que te han sacado durante el paso, y que ya han impreso mientras le dábamos el baño a los elefantes. La compramos sin dudar, es una especie de propina por el buen trato que nos habían dado, que la verdad estuvieron siempre pendientes de que la experiencia fuera lo mejor posible.
Nos volvieron a llevar de vuelta a nuestro hotel. La verdad es que acabamos muy contentos con esta experiencia, lo pasamos fenomenal. Una vez en el hotel, cargamos en nuestro coche el equipaje, y emprendimos ruta.
Esa noche teníamos que dormir en un resort en la paradisaca playa de Railay, pero aún faltaba mucho para eso. Lo primero que hicimos fue ir al embarcadero del lago Cheow, que estaba a unos 50 minutos de distancia (63 km). Digamos que el parque nacional de Khao Sok está dividido en dos partes diferenciadas, por un lado la parte de jungla, donde habíamos estado alojados, y por otro lado el lago Cheow, que realmente es un embalse.
Es un lago muy bonito donde se puede alquilar una barca para dar un paseo, entre enormes farallones de roca cubiertos de vegetación. Para el que quiera, también hay algún campamento de cabañas flotantes donde se puede pasar la noche. Llegamos sin problema, es una especie de puerto turístico con parking, tiendas, un restaurante, y las oficinas para el alquiler de paseos en barca a motor.
Reservamos el tour típico, que es un paseo de una hora y media en una barca de cola larga (típica tailandesa) a motor. El conductor te lleva hasta bien dentro del lago, donde están las formaciones rocosas que le dan fama. Abajo, fotos del paseo (la primera es del puerto de salida).
Desde el puerto de salida, el conductor sigue una ruta ya preestablecida como la mostrada en rojo en el mapa de abajo. Cruza la extensa masa de agua del lago, hasta llegar a un estrecho flanqueado por grandes farallones de roca, como si fueran las puertas de hierro de El señor de los anillos.
Una vez cruzado el estrecho, se dirige a una especie de mini lago interior donde hay tres grandes riscos rocosos que emergen del agua, que es la imagen más icónica del lago. Es la parte que se puede ver en las fotos de más abajo.
El conductor de la lancha te para un rato en ese punto para contemplarlo y hacer alguna foto, y luego emprende el camino de vuelta. En ese momento, para en una especie de campamento flotante que hay en la orilla contraria (hay varios como ese en todo el lago) por si quieres comprar bebida o algún snack, y él aprovecha para charlar diez minutos con paisanos suyos que andan por allí.
Mucha gente que visita este parque nacional, lo que hace es pasar una noche en una de estas cabañas flotantes (ver fotos más abajo). Yo la verdad, es que no lo veo. Son bastante básicas, y ahí no hay nada que hacer más que darse un chapuzón o dar un paseo en kayak. La verdad es que no lo cambio por el hotel en el que estuvimos alojados. Se puede disfrutar perfectamente del lago sin que sea imprescindible dormir allí, pero bueno, eso ya es cuestión de gustos.
El paseo la verdad es que barato no es, porque por un lado te cobran la tasa de entrada al parque nacional (850 baht, unos 23 euros por los tres) y por otro lado el alquiler de la barca con conductor (1800 baht, 50 euros). Aunque es verdad que esto último es lo que cuesta la barca completa, que si vas con más gente, pues se paga entre todos. Nosotros la teníamos para nosotros tres, y la verdad es que íbamos muy cómodos, porque es una barca grande, como se ve en las fotos.
Una vez de vuelta en el puerto, cogimos de nuevo el coche hasta el aeropuerto de Krabi. Pensamos haber hecho una comida rápida en el restaurante del puerto, pero decidimos seguir y hacer una merienda cena ya en Railay. De nuevo nos saltábamos una comida. Hasta el aeropuerto tardamos algo menos de dos horas (132 km). Una vez allí, dejamos el coche en el aparcamiento de coches de alquiler, un operario lo revisó rapidamente y vio que todo estaba bien.
Y lo siguiente fue coger un taxi, que fue sencillísimo por que enseguida vinieron a nosotros varios conductores. Está claro que tenemos pìnta de turistas. El viaje en taxi hasta el puerto de Ao Nam Mao fue de tan solo media hora, pero ya llegamos de noche. El taxista, muy amable, nos llevó hasta la misma taquilla donde se sacan los billetes para la barca que va a Railay, y ya de paso apalabró con nosotros venir a recogernos cuatro días después.
La barca a Railay cuesta 100 baht por persona, pero no sale hasta que está llena (unas 8 personas) así que pagamos 800 baht (22 euros) para tenerla para nosotros solos, no teníamos ganas a esas horas de andar esperando a que llegara más gente. Además íbamos con bastante equipaje. En unos minutos, ya teniamos nuestras maletas apiladas en la barca, y nosotros cómodamente sentados, surcando el mar oscuro en busca del maravilloso resort que nos estaba esperando en Railay. Pero eso ya es otra historia, y podéis leer aquí los tres fantásticos días que pasamos en el paraiso de Railay.
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