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Dolmen de Lácara e iglesia de Santa Lucía


Fecha del viaje: Diciembre de 2022

Esta fue la última parte de nuestro viaje de tres días a Extremadura. De camino a casa desde Mérida (podéis leer el artículo de nuestra estancia en esta ciudad aquí), paramos en un par de sitios antes de dejar esta Comunidad Autónoma. Fueron el dólmen de Lácara (antes de comer) y la iglesia visigoda de Santa Lucía del Trampal (después de comer).

El dolmen de Lácara está a solo 24 km de Mérida, en dirección a Cáceres. A la altura de Aljucén hay que coger un desvio a la izquierda de unos 4 o 5 km hasta llegar a él. Está señalizado con un discreto cartel, y hay una pequeña explanada junto a las encinas donde dejar el coche. No es un sitio muy conocido, seguramente lo veréis solos o casi solos. En nuestro caso, no había nadie.

Recomendaciones importantes

  • Ambos monumentos están muy cerca de Mérida, y son ideales para completar una visita a esta ciudad.
  • El dolmen es de acceso libre, no está controlado. La iglesia es gratuita pero conviene revisar el horario para no encontrarla cerrada. Podéis verlo aquí.

Desde donde dejas el coche hay que caminar aproximadamente 1 km. hasta llegar al dólmen. Es un paseo muy agradable, sin desnivel, por un sendero que discurre por una zona de dehesa de encinas. En nuestro caso, era el mes de Diciembre, y nos pareció un paseo agradable y un paisaje muy bonito, todo muy verde. Es verdad que si lo haces en pleno verano, la percepción a buen seguro va a ser otra, aquí tiene que pegar bien el calor en Julio o Agosto.

Después de unos 20 minutos de paseo, llegamos al dolmen, en mitad del campo, en mitad de la nada. A pesar de todo el vandalismo que ha sufrido, aún conserva una presencia formidable, suficiente para sentir en cuanto lo ves, que el paseo ha merecido la pena. Cuando estaba completo, debió haber sido un sitio realmente espectacular.

Este complejo funerario fue construído en el Neolítico, a caballo entre el IV y III milenio antes de Cristo. Al ser tan grande y bien construido, nunca ha estado "desaparecido" como otros monumentos que por el paso del tiempo resultaban enterrados y se perdía su pista durante siglos, hasta su excavación.

La función original de éste fue la de servir de enterramiento colectivo para las personas del pueblo o tribu que lo levantó. Después, sirvió como vivienda, incluso como establo, durante la época romana y la medieval también. Ha tenido actividad permanente durante los miles de años de su existencia (es más antiguo que las pirámides de Egipto).

Lamentablemente, parte de las enormes piedras que formaban la cámara sepulcral fueron voladas con dinamita en algún momento del siglo XIX para usarlas como cantera. De esos enormes bloques de piedra que formaban las paredes de la cámara, solo una, que se puede ver en las fotos, sobrevivió indemne a la dinamita. Todo un crimen a nuestro patrimonio.

Con todas sus piedras en pie debió haber sido una estructura formidable. Originalmente estaba cubierto de tierra, tanto el pasillo inicial como la cámara sepulcral. Posiblemente una gran losa de piedra, arrastrada por el desnivel de tierra del túmulo, hacía de techo, apoyando sobre la parte superior de los bloques que hacen de paredes.

Si para nosotros resulta espectacular, para las gentes de esa época, del Neolítico, debió de ser un sitio absolutamente mágico. El mejor sitio posible para descansar después de la muerte física e iniciar el viaje hacia la nueva vida eterna que les esperaba, más allá de esas enormes piedras.

Ya de vuelta en el coche, volvimos sobre nuestros pasos hasta Aljucén, y siguiendo la carretera dirección Cáceres, paramos en Alcuéscar, donde comimos en uno de los dos o tres restaurantes del pueblo. A las afueras del pueblo, por una especie de camino asfaltado, está la iglesia visigoda de Santa Lucía del Trampal.

En total, media hora escasa desde donde dejamos el coche para visitar el dólmen. Esta iglesia visigoda es la ubicada más al sur en la península ibérica de todas las que quedan (De hecho, es la única que queda en pie en la mitad sur de la península).

Desde donde se deja el coche, hay que subir un corto camino entre naranjos hasta llegar a la iglesia, que está en mitad del campo. Eso es algo común a todas las iglesias visigodas que se conservan, son iglesias rurales, alejadas de todo, y eso es precisamente lo que las ha salvado. Aquellas que estaban en las ciudades acababan siendo demolidas, bien por los musulmanes, bien por los cristianos para construir otra mayor en su lugar (Mira que podían haber respetado la que había y construir la nueva un poco más allá...)

Y por fin llegamos frente a la iglesia, que nos muestra la fachada posterior, con los tres ábsides rectangulares.

Su construcción data aproximadamente del siglo VII, en pleno período visigodo, aunque algunos elementos podrían ser posteriores debido a remodelaciones realizadas durante la época mozárabe. La iglesia fue construida con mampostería y sillares irregulares de granito, seguramente reaprovechados de otros edificios.

De las pocas iglesias visigodas conservadas, ninguna tiene tres ábsides como ésta, lo cual en su momento debió de ser algo muy común, ya que es característico del arrianismo, la variante del cristianismo que profesaban los visigodos antes de convertirse al catolicismo. En alguna otra iglesia, como la de San Juan de Baños, que es la más antigua de España, hay señales claras de que tuvo esos tres ábsides, pero tiempo después se demolieron para borrar toda huella del arrianismo.

El arrianismo, declarado herejía en el concilio de Nicea en el año 325, negaba la divinidad de Cristo como consecuencia de la negación de que fuese hijo de Dios. No admitía por tanto la unidad de la Santísima Trinidad y como signo de identificación los templos arrianos tenían tres ábsides en vez de uno.

Como datos prácticos, la entrada a la iglesia es gratuita, y en cuanto al horario, se puede consultar aquí (Los Lunes está cerrado).

Y con la visita a esta iglesia acabamos nuestro intenso viaje de tres días por Extremadura. Desde aquí nos montamos en el coche y ya no paramos hasta llegar a casa, unas tres horas después. Siempre organizamos la vuelta para emprenderla después de comer, de esta manera Inés de queda frita enseguida, y el viaje se lo pasa entero, o casi entero, durmiendo la siesta.

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