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Gruyeres, Cailler y Brienz


Fecha del viaje: Agosto de 2019

Llegamos a Ginebra en vuelo desde Madrid la noche del día anterior, prácticamente lo único que hicimos al llegar al aeropuerto fue recoger el equipaje y averiguar cómo coger el autobús que nos llevaba a nuestro hotel, situado en el mismo aeropuerto. No fue tan fácil como podría parecer, pero al final lo conseguimos.

Una vez en el hotel, y después de hacer el checking, nos fuimos a dormir, al día siguiente nos esperaba un largo e intenso día.

Recomendaciones importantes

  • Gruyeres es pequeño pero muy bonito, muy recomendable hacer una parada de 2 -3 horas para verlo.
  • Si te gusta el chocolate, la antigua fábrica de chocolate Cailler es una parada imprescindible. Eso sí, reserva tus entradas con varios días de antelación, sobre todo si vas en verano.

Día 1

Desayunamos en el hotel, y después, con todo el equipaje a cuestas, fuimos a la parada de bus para volver a la terminal del aeropuerto. Por suerte, la parada estaba a dos pasos del hotel. Lo malo es que el bus tardó bastante en llegar. Y lo malo es que una vez en la terminal, cuando encontramos la oficina de alquiler de coches, había bastante cola. Nuestro primer contacto con Suiza no fue todo lo bueno que esperábamos... después de leer en muchos sitios que todo funcionaba en este pais con la precisión cronométrica de cualquiera de los relojes que se fabrican aquí.

Por suerte, con el paso de los días, nuestra opinión mejoraría bastante. El caso es que después de una hora o más de espera, por fin pudimos acceder a nuestro coche de alquiler. En el momento en que me puse al volante, es cuando realmente sentí que las vacaciones habían empezado.

Cogimos la autopista que va bordeando el lago Leman por su orilla norte (cuidado con los radares aquí), y en poco más de una hora llegamos a nuestro primer destino en Suiza, el pueblo medieval de Gruyeres. Está en lo alto de una colina, y es totalmente peatonal. Hay que dejar el coche en un aparcamiento de pago al aire libre junto a la carretera, en la parte baja. Está bien indicado, no tiene pérdida. Una vez aparcado el coche, subes hacia la entrada al pueblo por un camino sombreado que lleva hasta la puerta de la muralla, como podéis ver en las fotos de abajo.

Nada más atravesar esa puerta medieval llegas a la plaza principal del pueblo, que es muy bonita. Más que plaza, en realidad es un ensanchamiento de la calle principal que recorre Gruyeres de un extremo a otro. Tiene una fuente llena de flores en el centro, y está rodeada de casas antiguas, en muchas de las cuales hay restaurantes en su parte baja.

Con todo el retraso que llevábamos acumulado, ya se nos había hecho la hora de comer, así que elegimos una de las apetecibles y hermosas terrazas que teníamos a nuestra disposición en la plaza. Concretamente elegimos la que podéis ver en la foto de abajo a la izquierda, en la que dio la casualidad que nos atendió una camarera que era española. En la foto de la derecha, Inés y Santi en la fuente que hay en el centro de la plaza.

Abajo a la izquierda podéis ver lo que comimos: Un plato de pasta que eran una especie de macarrones, nuestra primera founde de queso del viaje (riquísima), y un rösti, un plato tradicional suizo que recuerda (lejanamente) a nuestra tortilla de patatas. Se hace con patata cortada en láminas finas, que se mezcla con otros ingredientes como queso o panceta (no lleva huevo) y se hace en la sartén vuelta y vuelta, para que quede crujiente por fuera y tierno por dentro. También nos gustó mucho.

Nos hubiera gustado dedicar más tiempo a este bonito pueblo, pero teníamos entradas reservadas con hora fijada para la antigua fábrica de chocolate Cailler, así que después de comer emprendimos el camino de vuelta hacia el coche, pasando nuevamente por la puerta de la muralla y desandando el camino que hicimos a la ida, como se puede ver en la foto de abajo a la derecha.

En realidad Gruyeres no tiene mucho más. Siguiendo la calle principal desde donde habíamos comido llegas al castillo, que por las fotos que he visto en internet tiene buena pinta. Es lo que realmente nos faltó por ver, pero la agenda es la agenda...

La Maison Cailler está a sólo 7 km de distancia de Gruyeres (unos 11 minutos) en un pueblo llamado Broc, y es un complemento perfecto a una visita a Gruyeres. Si te estás preguntando si merece la pena visitar esta antigua fábrica, debes hacerte la siguiente pregunta: ¿Te gusta el chocolate? ¿Al menos en un nivel 7 en una escala del 1 al 10? Si la respuesta es afirmativa, no te arrepentirás de visitar este sitio.

Cuidado, por que visitar este sitio no es una cosa que puedas decidir en el último momento. Los pases son de pocas personas, y por lo general si no reservas con antelación no habrá plaza. Nosotros reservamos con semanas de antelación, y los tickets van asociados a una hora concreta de entrada. De ahí nuestras prisas en dejar Gruyeres. Abajo, en la entrada de la fábrica (izquierda), y ya dentro de ella (derecha).

Podéis comprar las entradas en la web oficial, aquí. Los precios son de 7 francos para los niños de 6 a 15 años, 17 francos para los adultos, y gratis para niños menores de 6 años.

Cailler es la marca más antigua del mundo de chocolates, fue fundada por François-Louis Cailler en 1818. Como curiosidad, fueron los que inventaron el chocolate con leche en 1875. La fábrica que vamos a visitar, que ya no funciona como fábrica, solo como museo, la fundó el nieto de Cailler en 1898. En el año 1929, Cailler se fusionó con otro gigante del chocolate, Nestlé.

La visita nos gustó mucho. Empiezas con unas animaciones bastante inmersivas, donde se entra en grupos de 10 o 12 personas, sobre la historia del chocolate, y luego haces un recorrido donde puedes ver, de una forma muy amena y cercana, todos los aspectos de la fabricación del chocolate. En el precio de la entrada está incluida una audioguia en tu idioma. Pero lo mejor viene al final... ¡La degustación! Aquí es donde, si te gusta realmente el chocolate, escucharás a los arcángeles hacer sonar sus trompetas en el cielo. Tienen unas bandejas (que van reponiendo constantemente) con varios tipos de bombones y chocolatinas, de los cuales puedes comer los que quieras. Yo os puedo asegurar que amorticé los 17 francos que pagué por la entrada...

Una vez vista la fábrica, y con el estómago bien lleno de todo tipo de chocolates, pusimos rumbo al destino final del día, donde teníamos la casa en la que íbamos a estar 5 noches: Brienz. Teníamos una hora y cuarenta minutos hasta allí (100 km).

La ruta más rápida según el GPS es por Berna, dando más rodeo, pero por autopista gran parte de la ruta. Yo os recomiendo que vayáis por la ruta corta como fuimos nosotros. Se tarda sólo 6 minutos más, y es una carretera de montaña muy bonita y paisajística, atravesando el puerto de montaña Jaunpass.

Inés y Santi se quedaron fritos enseguida. No me extraña, después del atracón de chocolate. Yo, como iba entretenido con el paisaje mientras conducía, no me dio sueño. Al llegar a Brienz, en vez de ir directamente a la casa, aparcamos en el pueblo y dimos una vuelta, que aún era temprano y el pueblo parecía muy bonito. Está pegado al lago del mismo nombre, y lo más bonito sin duda es el paseo que tiene a todo lo largo de la ribera del lago.

A lo largo de ese paseo junto al lago hay diferentes esculturas de madera y zonas infantiles. Siempre con unas vistas increíbles de las azules aguas del lago y las montañas circundantes.

Después del relajante paseo por Brienz, fuimos por fin a conocer la que sería nuestra casa durante las cinco siguientes noches, que estaba a las afueras del pueblo, en un entorno de campo muy bucólico, muy "suizo". La casa la habíamos reservado por airbnb, y podéis ver el link aquí.

Se trata de un típico chalet suizo. La casa completa era para nosotros, incluyendo el jardín y las dos plantas. La verdad es que era fabulosa, como podéis ver en las fotos de abajo. Una vez que los dueños nos la enseñaron y nos dieron las explicaciones necesarias, nos instalamos tranquilamente. En la foto de la derecha, podéis ver la casa señalada con una flecha.

Y ya solo nos quedaba cenar, que al día siguiente tendríamos nuestro primer contacto con la alta montaña en el valle de Grindelwald. Un día en el que íbamos a explorar la garganta glaciar de Gletscherschlucht y el teleférico de First. Podéis leer el artículo aquí.


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