
Petra
Fecha del viaje: Agosto de 2010
Llegamos a Petra ya de noche. Ese día lo habíamos empezado con la visita a las ruinas de la ciudad romana de Jerash (ver artículo aquí), después una parada en un resort junto al mar Muerto para un bañito y comer, y luego ruta hasta nuestro hotel en Petra.
Este iba a ser uno de los días más esperados de nuestro viaje de dos semanas recorriendo Oriente Medio, la ciudad perdida de Petra es un auténtico icono para todo aficionado a viajar y a las leyendas sobre ciudades olvidadas y tesoros ocultos. No en vano, este sitio arqueológico fue declarado Patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1985, y además en 2007 fue declarado como una de las siete nuevas maravillas del mundo.
Esta ciudad comenzó su declive ya en el siglo III, con el cambio de las rutas comerciales a otras ciudades mejor posicionadas. La puntilla fueron los terremotos de los años 363 d.C. y 551 d.C., que causaron grandes daños, y la destrucción de la infraestructura de suministro de agua. Esto causó su definitivo abandono y olvido, salvo para algunas tribus de beduinos que siguieron viviendo en ella. Y así estuvo hasta que en 1812 el explorador suizo Johann Burckhardt la redescubrió y la dio a conocer en Europa.
Recomendaciones importantes
- Como siempre, el mejor consejo posible es madrugar. Ya hace mucho tiempo de este viaje, unos 15 años, e imagino que ahora la afluencia de gente será mayor que entonces. Pegarte un buen madrugón y estar en la entrada antes de que abran te garantiza la mejor experiencia posible. Es verdad que el lugar es muy grande y luego la gente se dispersa.
- El agua es importante, ya que hace calor, especialmente si vas en verano, como nosotros. De todos modos, hay bastantes vendedores repartidos por todo el complejo.
- Arriba del todo, donde el mausoleo llamado "El Monasterio" hay un chiringuito maravilloso donde descansar, tomar algo fresco e incluso comer algo.
- Además de subir al monasterio, no dejes de subir también al altar de los sacrificios, hay muy buenas vistas durante la subida.
Cogimos un hotel muy cerca de la entrada al complejo de Petra, y muy cerca también del famoso "Cave bar", un restaurante situado en el interior de una tumba nabatea, donde fuimos a cenar (una hamburguesa riquísima). Abajo, foto durante la noche, cenando, y al día siguiente, a la luz del día.
Al día siguiente madrugamos bastante, para entrar al poco de la apertura al público. Compramos las entradas en ese mismo momento, y sin esperas. Recordad, no hay como madrugar... es algo que todo viajero tiene siempre muy presente. No recuerdo cuanto nos costó la entrada, pero ahora mismo, en 2025, la entrada de un día está en 50 JOD (unos 65 euros). Bastante cara, la verdad. Tenéis toda la información en la web oficial.
Sin duda, la imagen más icónica de Petra es la fachada del edificio conocido como "El Tesoro", tallada directamente en la montaña, y entreviéndose al final de un estrecho desfiladero conocido como "el Siq". Para llegar hasta ese desfiladero que lleva hasta la deseada ciudad de Petra, hay que caminar cerca de un kilómetro desde la entrada al complejo.
Se puede hacer también en coche de caballos, hay algunos esperando en la entrada, ofreciéndose a los turistas que van entrando. Nosotros lo hicimos caminando, no queríamos perdernos detalle. Además a esa hora no hacía realmente mucho calor, había poca gente y se caminaba muy bien.
Abajo, una foto de la tumba de los obeliscos, que es el edificio más monumental que veremos antes de llegar al desfiladero de el Siq y la propia ciudad de Petra. Fue construído entre los años 40 y 70 d.C. por el rey nabateo Malichos II. Las otras fotos son ya en el interior del desfiladero. Para todos los que disfrutamos con la película "Indiana Jones y la última cruzada", este desfiladero nos trae buenos recuerdos.
Y al final del desfiladero, por fin la imagen tantas veces soñada de la fachada de "El Tesoro". Y sin apenas gente, gracias al madrugón. A última hora de la tarde también se puede disfrutar de este lugar con menos turistas.
Este edificio data del siglo I d.C., en la época del rey nabateo Aretas IV. Su nombre proviene de la creencia beduina de que el edificio albergaba riquezas ocultas en su urna superior, lo que llevó a intentos de romperla a disparos.
Abajo, dos pinturas del genial pintor romántico inglés David Roberts, que recorrió Oriente Medio en la primera mitad del siglo XIX, inmortalizando muchos de los monumentos y ciudades más importantes de la región. A la derecha, la entrada al desfiladero, en la que había un arco monumental que ya no existe, pues colapsó durante un terremoto en 1896. A la izquierda, una imagen de la fachada de "El Tesoro", no muy diferente de la que pudimos contemplar nosotros mismos (una de las columnas ha tenido que ser reconstruída, parece ser, y en cuanto al rio... eso debió de ser cosa de la imaginación del pintor, para mejorar el paisaje). Las pinturas son del año 1839.
Abajo a la izquierda, junto a la entrada de El Tesoro (no se puede acceder a su interior). A la derecha, una serie de tumbas talladas en la roca por las que pasamos camino del sendero que ascendía hacia el altar de los sacrificios. Esta zona se llama "calle de las fachadas".
Aquí abajo podéis ver un plano del parque arqueológico. Es muy amplio, y hay mucho que andar. Lo mejor es dedicarle un par de días, aunque se puede ver en un solo día madrugando y dedicándole el día completo. Mejor si tenéis un hotel con piscina, por que vais a caminar bastante, y relajarse un poco con un bañito después de un intenso día de subir y bajar entre las piedras, tiene que ser la leche.
En nuestro caso no pudo ser, ya que después de la visita a Petra, teníamos ruta hacia nuestro próximo destino, el desierto de Wadi Rum.
Las fotos de abajo son de la subida al altar de los sacrificios, que fue toda una paliza, porque ya empezaba a hacer acto de presencia el calor del verano. Por suerte, hay muchos beduinos vendiendo agua, que la verdad es que me vino muy bien.
Y después de eso, volvimos a bajar hasta el valle para emprender otra subida, esta vez hasta el otro monumento más famoso de la ciudad junto con El Tesoro. Se trata del edificio llamado "El Monasterio". Originalmente era un mausoleo nabateo, construído sobre el siglo III a.C. Siglos después, en época bizantina, fue usado como monasterio cristiano, lo que le dio su nombre actual.
Para llegar hasta él hay que subir por un camino con más de 800 escalones tallados en la roca (sobre una hora más o menos). Por el camino hay numerosos puestos de venta de bebidas y recuerdos, y al final del camino, con buenas vistas sobre el monumento, un chiringuito donde se está muy bien.
Después de sacarnos una foto con este espectacular edificio, fuimos directos al chiringuito a tomar algo fresquito. La verdad es que se estaba de lujo. Luego, ya con fuerzas renovadas, subimos hasta un mirador desde donde se tiene una vista más aérea del sitio, así como de un desfiladero que hay hacia otro lado. Se nota que que aquí hay menos gente que abajo, los 800 escalones hacen que muchos ni se planteen subir.
Y desde aquí emprendimos la bajada de nuevo a la parte inferior de la ciudad, no sin antes entrar en el interior de "El Monasterio", aunque no tiene demasiado interés, es sólo una sala vacía rectangular tallada en el interior de la montaña. Abajo, una pintura de David Roberts con el mismo encuadre desde el mirador donde habíamos estado, y al lado, bajando ya el camino de escalones.
Ya abajo, en las puertas romanas de acceso a la ciudad de Petra. Esta monumental calzada daba acceso a la zona principal de la ciudad nabatea.
Abajo, sentados en uno de los pocos bancos a la sombra (por no decir el único), junto a uno de los puestos de venta de recuerdos. Al fondo, se ven talladas en la roca arenisca de la montaña algunas de las principales tumbas de la ciudad. La de más a la izquierda, la tumba del palacio (por lo monumental que es), y la siguiente, la tumba corintia. Todas están muy erosionadas, ya que es una piedra muy blanda.
Y después de ese merecido descanso sentados a la sombra, emprendimos rumbo hacia esas tumbas monumentales que se veían al fondo. Abajo se pueden ver en una foto cuando ya estábamos junto a ellas, y en una pintura de 1839 de David Roberts. Ahora a esta distancia se puede ver el grado de erosión de sus fachadas.
En esta zona de las tumbas monumentales conocimos a unas niñas muy simpáticas y espabiladas. Estaban por allí intentando vender postales a los turistas. En esa zona pegaba bastante el sol, y ya era mediodía, recuerdo que hacía mucho calor. Yo les dije que no quería postales, que en ese momento lo único que necesitaba era agua, y fria a ser posible. Lo dije un poco en broma, pero la que parecía la mayor de ellas inmediatamente salió corriendo y se perdió entre las piedras.
Al rato, cuando Patri y yo estábamos haciendo una foto, apareció de repente, como salida de la nada, corriendo hacia nosotros con una gran sonrisa. Traía un par de botellas de agua helada. Increíble. Le compramos el agua y también las postales, sin regatear. Se lo había ganado.
Las niñas, agradecidas, nos acompañaron durante alguna de las tumbas. Les encantaba hacerse fotos con nosotros. Hasta que aparecieron otros turistas, y se despidieron de nosotros para ir a seguir haciendo su trabajo. El interior de las tumbas no tiene mucho detalle, pero lo bonito es el veteado de la piedra en diferentes tonalidades de color.
La siguiente tumba que vimos dentro de este conjunto de tumbas reales fue la tumba de la urna, una de las más espectaculares, y la única que tenía una terraza elevada sostenida con un sistema de arcos. Fue reutilizada como iglesia cristiana en el siglo V, en época bizantina.
Desde esa terraza las vistas son espléndidas hacia el resto de la ciudad. Se veía incluso el teatro romano, tallado en la roca, que era nuestro próximo destino.
Y de las tumbas, en un corto paseo fuimos hasta el teatro, que está integramente tallado en la roca arenisca, como se puede ver en las fotos de abajo. El teatro es de construcción nabatea, en el siglo I d.C., antes de que Roma se anexionara el reino en el año 106 d.C. Después fue modificado y ampliado por los romanos. Tenía capacidad para unos 8500 espectadores.
Después del teatro, seguimos el camino de vuelta hasta llegar a El Tesoro nuevamente, y volvimos a meternos en el desfiladero. Abajo, las últimas fotos que sacamos en este maravilloso lugar. Al llegar a la entrada, que debió de ser sobre las 4 de la tarde, fuimos directamente a comer, estábamos realmente muertos de hambre, después de la paliza que nos habíamos dado. En el restaurante del hotel, polvorientos y sudorosos, devoramos todo lo que pedimos. Seguro que más de uno pensó que habíamos estado varios dias perdidos en el desierto.
Y nada más comer, Ray, nuestro conductor, ya nos estaba esperando, así que cogimos el equipaje, que habíamos tenido que dejarlo en recepción, y lo cargamos en su coche. Teníamos un buen paseo hasta llegar al desierto de Wadi Rum, donde íbamos a dormir esa noche.
Volver a Inicio