
Paestum, Italia
Fecha del viaje: Abril de 2023
Esta fue la primera visita de un viaje más largo de seis días en total por la región de Campania, en el sur de Italia. Ese día tuvimos que madrugar mucho, sobre las tres de la mañana, ya que nuestro vuelo a Nápoles salía a las seis y media.
Una vez en el aeropuerto de Nápoles, fuimos a por nuestro coche de alquiler y nos pusimos en ruta. Tardamos como una hora y veinte en llegar (hay unos 100 km de distancia). Una vez pasado Salerno, la carretera va paralela a la costa, una inmensa playa de varias docenas de km de largo. El mar no se ve desde la carretera por las edificiaciones y bosques de pinos, pero lo tenemos solo a un par de cientos de metros de distancia.
Recomendaciones importantes
- El horario del recinto arqueológico es de 8:30 a 19:30. Es un sitio que en temporada alta puede tener muchos visitantes. Para evitar coincidir con mucha gente, mejor ir a primera hora o a última.
- En verano, se puede combinar con un baño en las fantásticas y larguísimas playas que hay junto a los templos.
- Junto a los templos hay un par de restaurantes donde comer. Nosotros comimos en uno de ellos, y nos gustó mucho.
Una vez junto al yacimiento arqueológico, el aparcamiento es sencillo, en la zona habilitada para ello. Caminamos hasta la entrada sur, la que da al templo principal del recinto (la entrada norte, junto al parking, era solo de salida). Fuimos hasta la taquilla (no llevábamos las entradas compradas con antelación, y no había nada de cola), y en unos minutos ya estábamos dentro. La antigua ciudad de Paestum y sus templos, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998.
Esta ciudad fue fundada sobre el año 600 a.C. por colonos griegos de la ciudad de Sybaris en honor al dios de los océanos, y por ello llamada Poseidonia, nombre que más tarde se cambió por Paestum. La ubicación de la ciudad fue clave para que los templos se hayan conservado en tan buen estado. Se trata de una zona húmeda, muy cerca del mar. Por los cambios en el curso de los arroyos y la sedimentación, se convirtió en una zona pantanosa, infestada de mosquitos y con presencia de malaria. Eso hizo que con la caida del imperio romano, la ciudad fuese abandonada.
De este modo, los templos quedaron protegidos por esa zona de marismas donde la vegetación creció y se hizo tan espesa que aisló a los templos del exterior, evitando que fuesen desmontados para reutilizar sus sillares de piedra en nuevas construcciones (que era el destino habitual de los edificios antiguos en esa época). Además, el travertino, que es la piedra usada, es muy resistente a la erosión.
No fue hasta el siglo XVIII, que con motivo de la construcción de una carretera, se redescubrieron los templos, conviertiéndose en fuente de inspiración para arquitectos y artistas, ya que era la época del neoclasicismo, cuando ese estilo antiguo propio de Grecia y Roma se puso de moda de nuevo. De esta manera, fueron restaurados y la zona limpiada para poder acceder a ellos. En las dos imágenes de abajo se pueden ver representaciones de los templos de esa época, del siglo XVIII. En una de ellas se ve a unos nobles haciendo un picnic en el interior del templo de Neptuno. Se puede ver como en esa época, las columnas y capiteles todavía estaban llenos de vegetación.
Nada más entrar, lo primero que vemos es el maravilloso templo principal de la ciudad. Se trata del templo de Neptuno (o Poseidón), que es el mejor conservado y el de mayor tamaño. Fue construído sobre el año 460 a.C. La imagen es soberbia desde ese punto.
La imagen que se tiene del templo de Neptuno desde la zona de entrada al recinto es tan armoniosa y bella, que no puedes dejar de admirarlo y hacer fotos. Desde ahí, lo siguiente fue acercarnos al templo para verlo más de cerca y entrar a su interior. Es fantástico poder subir esos escalones tallados en piedra, que tienen 2500 años de antiguedad, y entrar a ese formidable templo.
Cuando fuimos nosotros aún era más o menos temprano, y no había demasiada gente. Como siempre digo con estos monumentos tan icónicos, lo mejor es madrugar si queremos verlos a nuestro gusto, sin que estén petados de gente, o también a última hora antes de que cierren.
El horario del recinto es de 8:30 a 19:30 en primavera y verano, y el precio de la entrada general, de 15 euros. Podeís consultarlo con más detalle y comprarlas en la web oficial, aquí.
En el interior de este templo estuvimos un buen rato, no se cansa uno de admirar esas ciclópeas columnas que llevan tantos siglos en pie. Desde aquí hay una buena vista del templo de Atenea, el más alejado del grupo, con las montañas al fondo. La foto (arriba a la derecha) está sacada con teleobjetivo.
Por fin salimos del templo, y lo que hicimos fue rodear el conjunto que forma este templo de Neptuno con el de Hera, que está justo al lado. El templo que podemos ver en primer término en las fotos de abajo, es este que comento, el de Hera. No está tan bien conservado, y es que es el más antiguo de todo el recinto, del año 550 a.C. aproximadamente. En la foto de la derecha, ya en la fachada opuesta de los templos, la calzada romana que atravesaba la ciudad.
Abajo a la izquierda, entrando al interior del templo de Hera. A la derecha, una escultura moderna de un caballo que está entre los dos templos.
En las fotos de abajo, la portada trasera del templo de Neptuno, tan espectacular como la delantera. Desde aquí nos dirijimos hacia el tercer templo, el de Atenea, que está en el otro extremo de la ciudad. Para ello, recorrimos la calzada romana, que la atraviesa, y fuimos visitando de paso los restos de la ciudad, de la cual no queda casi nada. Es increíble la diferencia de conservación entre los templos griegos y el resto de la ciudad.
Y tras atravesar la ciudad romana, que se ve rápido porque realmente no queda casi nada, llegamos al templo de Atenea, el más moderno de los tres. A este templo no se puede entrar. Junto a él está la salida del recinto, que además da a la zona comercial, por así llamarla, donde hay alguna tienda de recuerdos, una pequeña basílica antigua que merece la pena visitar, y un par de restaurantes.
Una vez fuera del recinto, comimos (bastante bien, por cierto) en la pizzería que está junto a la Basílica de la Annunciatta, al lado del parking donde teníamos el coche. Está justo en frente de la salida de las ruinas, junto al último templo que vimos.
Esta iglesia tiene unos orígenes muy antiguos, es del siglo V, unos 1000 años posterior a los templos. Es verdad que después ha sido muy modificada con el paso de los siglos, pero merece la pena entrar a verla.
Y otro sitio que puede visitarse es el museo arqueológico de Paestum, donde se exponen todo tipo de objetos encontrados en el yacimiento, así como unos frescos de una tumba. Nosotros eso ya no lo vimos. Después de comer emprendimos el camino hacia nuestro destino final de ese día, la bellísima ciudad de Ravello, en la costa amalfitana. Lo que sí hicimos fue hacer una parada, al poco de salir de Paestum, en la larguísima playa que va desde Paestum hasta prácticamente Salerno.
A lo largo de toda la carretera que va paralela a la costa hay múltiples entradas hacia la playa. Una muy buena opción si se visita esta zona en verano. En nuestro caso, era el mes de Abril y estábamos con los abrigos puestos, pero al menos dimos un pequeño paseo junto al mar.
En la foto de abajo a la derecha se ven en el horizonte las montañas de la costa amalfitana, donde nos dirigíamos.
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